He de confesarlo... Magia a la luz de la luna me ha gustado muchísimo más que Luces rojas. Woody Allen ha recreado una bonita historia sobre los fraudes mediúmnicos. Magníficos diálogos, una trama sencilla pero muy acertada y una notable puesta en escena. Este recomendable film está ambientado en los años veinte del pasado siglo y relata la historia de una joven médium y un mago ultraescéptico que niega toda posible evidencia sobre los fenómenos espiritistas y la existencia de un "más allá". Reconozco que me fascina aquella era dorada de los médiums, iniciada en la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, poseo en mi biblioteca una buena colección de obras de aquella época dedicada a la por entonces llamada metapsíquica (futura parapsicología). A raíz del caso protagonizado por las hermanas Fox en 1848, surgieron médiums por doquier capaces de contactar con seres desencarnados, provocar levitaciones de sillas y mesas, producir formaciones ectoplásmicas, etc. En aquellos ambientes, el fraude era muy habitual. Pero, en ocasiones, entre los investigadores y las médiums surgía el amor, como ocurrió con el premio Nobel de Física Sir William Crookes y la médium Florence Cook (que lograba materializar el fantasma de Katie King). Y en este film -como no podía ser de otro modo tratándose de Woody Allen- el amor aletea desde los primeros minutos.
A veces, buscamos la magia en fenómenos extraños que parecen moverse entre la frontera de lo racional e irracional, más allá del mundo visible, cuando uno de los fenómenos más inexplicables y enigmáticos -pese a estar tan presente siempre a nuestro alrededor- es, sin duda alguna, el amor. Esa irresistible atracción que de improviso surge entre dos personas que acaban de conocerse, aunque provengan de mundos diferentes. Esa es la magia de la vida. Disfruten con la película, pues tiene magia, mucha magia...
(Por Moisés)