Los investigadores y divulgadores de temas paranormales, ufológicos y afines que ya contamos con cierta edad, hemos tenido siempre por costumbre desde nuestros inicios coleccionar muchísima información a modo de
recortes de prensa, informes, cuestionarios, cartas, boletines, revistas,
libros, cassettes, vídeos, etc. Consideramos
primordial reunir gran cantidad de datos en nuestros archivos. El coleccionismo es,
pues, una actividad inherente a estas temáticas. Además, muchos de nosotros
mantuvimos en su día un prolífico intercambio epistolar (recuerdo la abundante
correspondencia que mantuve en los años 80 y 90 con Manuel Carballal, Pedro P. Canto, Javier
Sierra, Antonio Ribera, Clara Tahoces, Raúl Núñez, Ignacio Darnaude, Carlos G. Fernández, Bruno Cardeñosa, José Mª Casas-Huguet, José Manuel Durán, Rafael Cabello, José Garrido, Alfonso Galeano, José Juan Montejo, Ángel L. Chinea, Manuel Gómez Ruiz, etc.). Es fundamental, por tanto, que
toda esa documentación sea tratada de forma que garanticemos su conservación y
preservación. No solo ya pensando en nosotros mismos, sino en nuestros futuros
herederos. El ufólogo Jacques Scornaux afirma que "la salvaguarda de archivos ufológicos es una prioridad que no
preocupa a la mayoría de los que trabajan (o han trabajado) sobre la cuestión
OVNI". Y lleva razón. Es aplicable también a quienes trabajan en
parapsicología. Es triste ver el pésimo estado en que se encuentran los
archivos de numerosos investigadores. El abandono es absoluto. Documentos
atacados por la suciedad, la humedad y los insectos. El desorden es otro factor
negativo. De nada sirve tener unos archivos llenos de documentos si luego somos
incapaces de encontrar un dato que necesitamos en un momento determinado.
Otro problema es el destino final de muchos de esos archivos. Hay gente que
abandona estos temas y decide tirar todos sus archivos a la basura. O, tras su
muerte, son los familiares quienes destruyen todos los documentos,
acabando de esa manera con muchísimos años de recopilación de un material que
podría servir a futuras generaciones. Documentos que no tienen el menor
valor económico, pero sí en cambio un enorme valor histórico. No quisiera que
eso pasara en mi caso. Es triste pensar que todo el ingente trabajo que hay
detrás de mis archivos, algún día desaparecerá como yo. La única forma de
impedirlo es que algún particular o una institución se haga cargo en un futuro
del material. Ignacio Darnaude decidió entregarme a finales de 2012 todos sus
archivos y correspondencia. La tarea que Claudia y yo nos propusimos en su momento es asegurar su conservación, seleccionando los recortes y los informes (reparándolos
debidamente cuando presentan daños debido a las grapas, las gomillas y las dobleces) para
clasificarlos correctamente en nuevas carpetas definitivas, a la
vez que digitalizar aquellos artículos y noticias de interés, con el objeto de
compartirlos con otros interesados. Como objetivo, está también hacer una base de datos en el futuro. Es necesario dedicar tiempo a esos
archivos, aunque tenemos que compaginarlo con otras obligaciones. Poco a poco, vamos avanzando. Asimismo, es conveniente aprovechar las nuevas tecnologías para
digitalizar audios y vídeos.
Escribo estas líneas el DÍA INTERNACIONAL DE LOS ARCHIVOS. Mis
archivos son mi propia biografía. Forman parte de mi vida. Guardan recuerdos inolvidables, documentos
epistolares de investigadores que ya nos dejaron, fotografías de mis inicios en los
temas del misterio, antiguos recortes de prensa de cuando se hacía periodismo
de verdad, informes de casos OVNI y paranormales, documentos confidenciales relacionados con sectas
y fraudes esotéricos, tablas de experimentos ESP y PK, cassettes con
entrevistas a testigos, programas de radio y conferencias, etc. La importancia de los archivos es, por tanto,
enorme. Es nuestra principal fuente de información. Y por eso no se pueden
abandonar ni descuidar lo más mínimo. Constantemente, hemos de actualizarlos,
clasificarlos y cuidarlos con esmero. Hoy, más que en épocas precedentes, los archivos en
papel han de ser tratados como auténticas reliquias y mantenerlos casi con el mismo
cuidado que las piezas de un museo. No podemos menospreciarlos a causa del imparable
avance de las nuevas tecnologías. Nunca un pdf podrá transmitirnos la misma
sensación que un documento escrito con una vieja Olivetti. Ni un email resulta
tan evocador como una antigua carta escrita a mano o mecanografiada. Aprendamos
a convivir con ambos mundos (el del papel y el de lo digital), pero recordando
y valorando siempre todo aquel ingente esfuerzo que suponía para muchos de
nosotros clasificar y archivar miles de documentos y recortes de prensa.
Un trabajo que mereció la pena, sin duda, aunque hoy, desgraciadamente, no se aprecie lo más mínimo.
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