"Entiendo la trascendencia como una dimensión
que nos penetra por todas partes. Quiero dejar claro desde el inicio que,
aunque la noción incluye la trascendencia religiosa, no se reduce
exclusivamente a ella. La trascendencia es una forma peculiar de conocimiento y
de expresión compleja, abierta, que configura nuestra originalidad mental y
resulta imprescindible para coronar 'desde arriba' las otras formas más
funcionales del saber", explica Ramón María Nogués en la introducción
de su ensayo Cerebro y trascendencia
(Fragmenta, 2013). Para el autor, la pasión amorosa, la ética, la estética... también son cuestiones trascendentes. Puntualización más que necesaria
antes de acometer una obra como la que vamos a reseñar, de importancia capital
por los sugerentes temas abordados. Nogués es catedrático emérito de antropología
biológica de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado estudios de
pedagogía, filosofía y teología. Asimismo, ha colaborado en equipos
interdisciplinares de neuropsiquiatría. Es escolapio desde 1955 y presbítero
desde 1961. Una de sus especialidades es la neurobiología de la religiosidad (véase su excelente obra Dioses,
creencias y neuronas, publicada en 2011 también por Fragmenta).
En el primer capítulo, El
organismo, el cerebro y la mente, Nogués reconoce que la palabra mente es un término poco preciso. Decir únicamente
que es una capacidad atribuible al cerebro o que es el resultado de un proceso
evolutivo ciego sería quedarnos demasiado cortos, máxime siendo tan complejas
las funciones mentales, hasta el punto de que considera necesario, en su opinión,
formular una nueva filosofía de la mente. "Uno
puede suponer que la vida acaba por manifestarse en procesos mentales y
conscientes de una forma similar a como la materia acaba exhibiendo vida, pero
ni los átomos explican con su naturaleza la vida ni las neuronas la mente o la
conciencia", sostiene. En ese sentido, se une a quienes, como el
premio Nobel de Medicina Gerald M. Edelman,
consideran que seguir los procesos neurales que dan lugar a la conciencia no
permite identificar sin más la estructura
neural y la conciencia.
Nogués reconoce que todo el mundo neurobiológico moderno se orienta
hacia el monismo, no habiendo lugar apenas para el dualismo platónico o
cartesiano, salvo honrosas excepciones, como el premio Nobel de Medicina John C. Eccles, dualista de convicción.
"La comprobación experimental que
aporta la neurociencia de la total correspondencia entre las funciones mentales
y las estructuras cerebrales ha dirigido el pensamiento moderno a manifestar su
convicción por la unidad cerebro-mente, de tal manera que la mente se considera
la función del cerebro", manifiesta. Cierto es que no podemos ignorar la
importancia que supone la psiconeurobiología, ya que explica algunos aspectos
de la conciencia y del yo que resultan
válidos, aunque hemos de admitir también que la ciencia moderna "no puede pretender agotar todo el análisis y la comprensión de la
realidad". De hecho, la propia neurología es incapaz de identificar
cualquier proceso concreto que pueda explicar satisfactoriamente la conciencia
reflexiva. De ahí que muchos neurólogos actuales estén acercándose con mayor
interés hacia los aspectos inconscientes de la mente. Un ejemplo sería el
neurólogo Eric Kandel, que intenta
establecer lazos entre la neurología y el psicoanálisis. Como bien señala
Nogués, "la ignorada, temida y a
menudo menospreciada presencia del inconsciente convierte nuestra vida mental
en un mundo lleno de enigmas con una pequeña parte emergida menor —como en el
caso de los icebergs— y, por lo tanto, con una capacidad explicativa del
conjunto de la vida mental insignificante debido al desconocimiento de las
raíces que lo sustentan".
En su obra, hace mucho hincapié en la importancia de la trascendencia.
Y para él, como ya hemos dejado entrever anteriormente, trascender significa ir
más allá de la realidad inmediata y, concretamente, de las necesidades
estrictas. "Cuando el cerebro humano
deja de preocuparse por lo imprescindible, piensa en sí mismo, reflexiona",
subraya. Así pues, indica que la trascendencia es la capacidad de explorar, experimentar,
expresar y proponer dimensiones y valores que están más allá o son más
profundos que los conocimientos deducidos de las evidencias experimentales.
Otra cuestión que el autor considera esencial es la relación entre
razón y emoción. En la actualidad, se están analizando las estructuras
cerebrales que están implicadas directamente en la experiencia razón-emoción. "El juego mental más delicado es un
inextricable complejo de razones y emociones, y es en este complejo donde se
produce la enigmática búsqueda de la trascendencia que caracteriza en algunos
momentos a la mayoría de las experiencias humanas", aduce. Lejos de lo
que sostenían Platón, Kant y Descartes —los tres cometieron el grave error de separar razón y
emoción—, hoy sabemos que las implicaciones emocionales están presentes en todo
razonamiento. Incluso ya se está identificando esa relación con determinadas
redes cerebrales halladas entre los grandes núcleos subcorticales y del córtex.
Nogués tiene claro que "no existe
percepción, ni memoria, ni razonamiento, ni acción instintiva, ni sentimiento
ni decisión que puedan presentarse como un resultado limpio o puro no
influenciable por las otras dimensiones mentales que conjuntamente constituyen
el patrimonio concreto de la mente humana. La memoria y su consolidación, por
ejemplo, dependen fuertemente de la emoción". Ni siquiera la ciencia
está exenta de esa dimensión emocional. Ahí tenemos, por ejemplo, la intuición,
que siempre ha cumplido un papel destacado en los descubrimientos científicos, y
que podría estar relacionada con eso que el neurólogo Antonio Damasio llama marcador
somático, una especie de proceso subliminal e inconsciente que, usando
recursos de la razón, la memoria y las emociones, nos orienta a la hora de
tomar decisiones.
Nogués sugiere, en definitiva, que cuando hablamos de lo trascendente
nos estamos refiriendo a una realidad que se halla fuera de los parámetros
espaciales y temporales en los que nos manejamos. "Lo trascendente no se encuentra ni 'más acá' ni 'más allá';
simplemente no está en ninguna parte. Se trata de un estado sin lugar. Tampoco
es necesario situarlo ni en el fin ni en el comienzo de nada, ya que no dispone
de una pervivencia condicionada por el tiempo", concluye. Aborda, como
no podía ser de otro modo, la siempre compleja y controvertida cuestión de Dios
y su relación con la trascendencia, ya que ésta suele configurarse hacia
dimensiones religiosas y espirituales.
Sin duda, estamos ante una
obra muy esclarecedora, escrita con gran dominio de los temas expuestos, todos abordados
desde la reflexión profunda y calmada. Es un acierto, pues, que la prestigiosa
editorial Fragmenta apueste por libros de este calado intelectual, que resultan
tan valiosos para quienes nos gusta ahondar en los misterios que encierra la
mente humana, la parte más trascendente —nunca mejor dicho— de nuestro ser.
RAMÓN MARÍA NOGUÉS (Foto: www.ara.cat) |
(Por Moisés)
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