No hace falta recordar que quien protagoniza una
experiencia anómala suele ser tildado en muchas ocasiones de alucinado, o se
convierte en blanco de las más crueles burlas, a veces incluso por parte de familiares
y amigos. La ignorancia social sobre estos otros aspectos limítrofes de la
realidad, como los que nos presenta la Parapsicología, hace que muchos nieguen
a priori tales sucesos. Por eso, muchos testigos suelen ser reticentes a la
hora de narrar sus vivencias paranormales o ufológicas. Solo cuando se entera
de que alguien investiga seriamente estas cuestiones, es cuando por fin
encuentra una oportunidad única para confesar sus experiencias, buscando en el
investigador la complicidad, alguien que le oiga con respeto y que pueda
brindarle una posible respuesta a lo que le ocurre, si es que la hay. Los que andamos
metidos en estos temas, recibimos muchas veces aviso de alguien que desea
contarnos algo extraño que le viene sucediendo desde hace tiempo. Lo normal es
que los investigadores vayamos en busca del testigo, sin embargo, hay ocasiones
en que es al revés...
24 horas antes de escribir estas líneas, me reunía
con una mujer, hermana de un buen amigo mio. Días antes me dijo: “A ver si podemos quedar en alguna ocasión, tengo
que contarte cosas que me están pasando”... Es una frase que hemos oido
repetídamente a lo largo del tiempo que venimos dedicándonos a estos temas.
Esta persona me contó con pelos y señales lo que le ocurre desde hace años.
Visiones a modo de flash, extrañas premoniciones —tanto en sueños como en
estado de vigilia—, proyecciones astrales, etc. Ni siquiera es algo que cuente
a sus más allegados, ni a su propio marido. Alguna vez le refirió algo, pero
recibió como respuesta la manida frase de “eso
son tonterías tuyas”... Así que esta mujer ignoraba si eran experiencias
muy raras o, por el contrario, muy comunes, si eran peligrosas, si las podía
llegar a controlar, etc. Las casi dos horas que estuvimos charlando han
servido al menos para que ella tomase conciencia de que son experiencias
protagonizadas por muchas otras personas, que no se trata de psicopatologías,
que no debe tener miedo alguno, y que no ha de obsesionarse con el tema. Al
decirle que son fenómenos perfectamente tipificados por la Parapsicología, que
se están estudiando desde hace mucho tiempo y que debe de asumirlos como algo
normal en su vida, se sintió muy aliviada. Como si se le hubiese quitado una
carga de encima. He quedado en pasarle algunos artículos y libros sobre tales
experiencias parapsíquicas. Está bien que se informe y se documente sobre lo
que le ocurre. Que conozca otras historias similares a la suya. En este caso
concreto, la mujer vive con total normalidad estos fenómenos. No se ha visto
afectada psíquica y emocionalmente por esas experiencias. Únicamente le
preocupaba saber de qué se trataba y si podían tener consecuencias negativas en
un futuro. Le desterré esa idea de su mente y prometí seguir charlando con
ella más veces.
Pero, ¿y los casos en los que el testigo vive con
horror las experiencias paranormales? ¿Qué podemos hacer para ayudarles?... Me
siento impotente cuando alguien me cuenta con angustia que está viviendo
fenómenos de tipo poltergeist, presencias acechantes, terribles sueños
recurrentes, visitas de dormitorio, voces amenazantes, etc. Cuando a solas te pide
que por favor le ayudes, ¿qué puedes hacer?... Si le recomiendas que visite a un
psicólogo o, en caso más extremo, a un psiquiatra, cree que estás insultándole
o interpretando sus vivencias como de origen alucinatorio. Quiere saber a qué
se enfrenta. Por qué ha sido víctima de esos fenómenos. Necesita una respuesta
clara e inmediata al hecho de que su vida haya sido salpicada por sucesos
inexplicables que escapan a toda lógica. Son individuos atormentados y
desesperados que recurren al investigador de lo paranormal esperando que le
solucione su problema. Pero poco podemos hacer... Son fenómenos inconscientes e
involuntarios que no se rigen por parámetros físicos conocidos. Únicamente
podemos ayudarles con nuestras palabras, convenciéndoles de que tengan confianza
en sí mismos, que sean fuertes psicoemocionalmente, que no se obsesionen y que
intenten estar acompañadas el mayor tiempo posible, salir a pasear, oxigenar su
mente con temas no relacionados con el mundo del misterior, etc.
El protagonista de los fenómenos paranormales
necesita que los que estudiamos sus vivencias seamos a la vez sus amigos.
Necesita un confidente a quien contarle lo que le ocurre. A veces, les sirve
como psicoterapia el compartir la experiencia con alguien que sabe
comprenderle. Muchas veces, los familiares y amigos no se imaginan el daño que
pueden ocasionar a la víctima de estos fenómenos, con sus desprecios y burlas.
Ésta, se siente incomprendida y se aisla, creándose un mundo aparte. Se
distancia de la sociedad, porque la sociedad le ve como un “bicho raro”. Por
eso, lo que no podemos hacer los investigadores con estas personas es llegar a
la cita, ponerles la grabadora delante de la boca y marcharnos a los diez
minutos. Es importante brindarles nuestra amistad, saber escucharles, dejar que
se desahogen, comprender sus angustias, sus miedos y respetar la interpretación
que hacen de sus vivencias, aunque consideremos que no es la correcta. Ya
tendremos tiempo de decirle de qué puede tratarse, o si tiene explicación o no.
No podemos llegar y finiquitar el caso en una sola tarde. Soy de los que
mantienen contacto durante muchísimo tiempo con estos individuos, algunos de
los cuales son hoy buenos amigos míos. Además, no siempre la persona recuerda
en una primera cita todo lo que le ha ocurrido. Se le agolpan mil cosas en la
cabeza y cuando te vas se acuerdan de algo importante que no te han contado. Por
otra parte, estos casos no son únicos ni vienen aislados, sino que existen
precedentes en la niñez o antecedentes en la familia. La mujer a la que antes
aludí, ya había tenido un avistamiento OVNI de pequeña, en compañía de su
padre. Charlaré con ella en estos días.
No olvidemos que el testigo es la pieza fundamental
en la fenomenología paranormal. Hemos, por tanto, de respetarle. Que vea en
nosotros alguien en quien confiar. Y si nos pide que no revelemos sus datos
personales en nuestros trabajos divulgativos, así hemos de proceder.
Lamentablemente, hay investigadores que no respetan la decisión del testigo de
permanecer en el anonimato, llegando incluso a facilitar sus teléfonos a
terceras personas y, peor aún, a programas de televisión que usan como
espectáculo circense nuestros temas. Y eso me parece vergonzoso e imperdonable.
Seamos consecuentes a la hora de actuar como investigadores de estos temas.
Jamás olvidemos nuestra responsabilidad como tales.
MOISÉS GARRIDO
(Publicado en Enigmas Express, mayo 2003)
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