En este frío y nublado domingo, mientras repasamos, ordenamos y clasificamos con paciencia y esmero la abundante documentación que nuestro querido amigo Enrique de Vicente ha tenido a bien cedernos, reflexiono sobre la importancia que los estudiosos, investigadores y divulgadores de los fenómenos anómalos damos a los archivos. Durante años hemos guardado miles de recortes de prensa, informes, cartas, boletines y revistas, conscientes de su valor histórico y documental.
Con el paso del tiempo, la acumulación de papeles resulta asombrosa. En nuestro caso, buena parte de nuestra casa, al igual que nuestra biblioteca, está ocupada por este valioso material. Y surge una cuestión inevitable: ¿en manos de quién depositar todo este tesoro que ha formado parte de nuestra vida? No, no es una decisión fácil. Hay que meditarlo detenidamente. Tampoco es sencillo elegir el momento adecuado para hacerlo. Pero sin duda, es una decisión que debe tomarse en vida. No saber qué destino correrán estos documentos es inquietante; en demasiadas ocasiones, archivos de gran valor han terminado en la basura.
Sin embargo, una hemeroteca no es un simple almacén de papeles viejos. Es un depósito de documentos históricos que nos permiten reconstruir el pasado con rigor y precisión. Cada recorte de prensa, cada artículo, cada página de una publicación periódica es un testimonio de su tiempo, reflejando no solo los acontecimientos que marcaron una época, sino también la mentalidad, los debates y las inquietudes de la sociedad en ese momento.
Conservar y gestionar adecuadamente una
hemeroteca requiere dedicación y un meticuloso cuidado. No basta con acumular
documentos; es imprescindible clasificarlos de manera eficiente para que sean
accesibles y útiles para la investigación. Un archivo bien estructurado es una
herramienta invaluable para historiadores, periodistas e investigadores. Claudia
y yo lo tenemos muy presente. Sin una gestión rigurosa, nuestro proyecto
PARADIG+ XXI sería inviable. Saber exactamente qué se tiene y dónde se
encuentra es fundamental. Un archivo desorganizado equivale, en la práctica, a
no tenerlo. Por ello, además de la organización, la digitalización es clave
para asegurar la preservación a largo plazo y facilitar el acceso sin
comprometer los originales.
El trabajo en una hemeroteca exige paciencia y esmero. No se trata solo de preservar documentos, sino de proteger un legado. Una hemeroteca es un testimonio vivo de la historia, una fuente de conocimiento que, bien conservada y organizada, seguirá siendo de incalculable valor para las generaciones futuras. Ese es precisamente nuestro propósito.
Agradecemos profundamente a Enrique de Vicente y a tantos otros compañeros y amigos que, valorando nuestra labor, han puesto a nuestra disposición material de sus archivos. También queremos expresar nuestra gratitud por las muestras de apoyo que constantemente recibimos. Esa confianza nos anima a seguir adelante con esta apasionante tarea.
Por cierto, dentro de poco compartiremos un nuevo dosier en el que llevamos semanas trabajando.
(Por Moisés)
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