Podría parecer el título de una serie documental en Netflix, pero se trata de una experiencia muy real: mi reciente convivencia, del pasado lunes 5 al sábado 10, en casa del gran Enrique de Vicente.
No resulta fácil resumir lo vivido. Han sido
días muy intensos, cargados de emociones. La euforia era constante: por volver
a compartir tantas horas con Enrique, por acceder libremente a sus archivos, y
por su generosa disposición —una vez más— a cedernos todo aquello que pudiera
resultar de interés para nuestro proyecto de recuperación documental, centrado
especialmente en temas ufológicos y parapsicológicos. Estoy profundamente
agradecido por su confianza y por el valor que otorga a la labor que Claudia
y yo realizamos desde PARADIG+ XXI.
La convivencia con Enrique fue como una especie de Gran Hermano del misterio: momentos de buen ambiente, risas, charlas profundas y evocaciones del pasado… pero también algunos roces y discusiones. Es normal: nos une una gran confianza desde hace ya casi 40 años. Inolvidables resultaron las conversaciones informales durante los desayunos, comidas y cenas, en la intimidad de su hogar. Compartimos confidencias, recuerdos personales y nos sumergimos en el universo del misterio, repasando casos e investigaciones. Hablamos de muchos temas: percepción extrasensorial, OVNIs, Ummo, apariciones marianas, paraufología, profecías milenaristas, geopolítica, metahistoria, Vaticano, conspiraciones... Y también de sus inicios en el mundo de lo inexplicado y de su trayectoria al frente de la revista Año/Cero desde su fundación. Con Enrique se aprende constantemente: es un sabio, un buscador incansable de conexiones entre asuntos que, en apariencia, no tienen nada que ver. Escucharlo hablar es un placer, por su vasto conocimiento, su inagotable curiosidad y su peculiar modo de interpretar el mundo y lo trascendental.
Durante esta nueva visita, y como en la
ocasión anterior, me dio plena libertad para explorar sus archivos. Todo está
bastante disperso —es lógico—, ya que apenas tiene tiempo libre entre tantos
compromisos, viajes y responsabilidades. Pero lo que guarda es un auténtico
tesoro: viejos recortes de prensa, informes, libros, revistas, boletines,
cartas, cintas VHS y casetes acumulados desde mediados de los años sesenta.
Enseguida me puse manos a la obra en la ardua tarea de revisar y organizar
buena parte de ese material. Fue un trabajo agotador, pero muy fructífero.
De las cajas no solo emergían documentos, sino también una gran cantidad de libros. Fui colocando muchos de ellos en las estanterías y, por indicación de Enrique, separé los que trataban sobre Egipto. Su biblioteca es fabulosa: contiene auténticas joyas. Disfruté especialmente reorganizando su sección dedicada a la ufología: títulos fundamentales, rarezas bibliográficas, ediciones extranjeras… Y entre los papeles comenzaron a aparecer también publicaciones ufológicas y parapsicológicas en varios idiomas. Me sorprendió, una vez más, encontrar revistas y boletines que desconocía por completo. Enrique, con su generosidad habitual, me permitió llevarme todo lo que quisiera.
También hallé carpetas, informes, proceedings, documentación diversa y especializada. La sensación era contradictoria: por un lado, me sentía agotado; por otro, entusiasmado. En las fotos que incluyo al final de este relato pueden verse algunos de los tesoros que Enrique tuvo la amabilidad de cedernos.
El jueves 8, Enrique fue a recoger a Claudia
a la estación de Chamartín (tenía esa semana muy ocupada y no pudimos ir juntos
el día 5). Con su llegada, la labor se agilizó notablemente. Mientras ella se
encargaba de una parte del archivo, yo continuaba con otra. La noche anterior
no dormí, y aun así pude seguir con la tarea, a pesar del cansancio. La
coordinación entre los tres fue excelente, y Enrique se mostró sorprendido por
el avance logrado en tan poco tiempo. Hubo un momento en que tuve que convencerlo
de algo importante: muchos de esos papeles ya no tenían valor real y solo
ocupaban espacio. Sé que no es fácil desprenderse de ciertas cosas —menos aún
cuando forman parte de toda una vida dedicada a la investigación y la
recopilación—, pero llega un punto en que hay que hacer una criba. Ya no
estamos en edad de seguir acumulando material inservible. Es mejor dejar sitio
a lo que verdaderamente importa.
Enrique estuvo muy ocupado en todo momento, atendiendo llamadas y mensajes de WhatsApp, además de sus compromisos habituales con Cuarto Milenio y Horizonte. Se disculpaba por no poder estar con nosotros todo el tiempo, pero le decíamos que no se preocupara, que siguiera con sus cosas mientras nosotros poníamos orden en su caótico archivo. Lo hacíamos con gusto, y le estábamos profundamente agradecidos por su confianza, su hospitalidad y por cedernos tantísimo material. Ojalá viviéramos más cerca para poder ayudarle con frecuencia. Como anécdota, contar que Enrique, ese mismo jueves por la noche, hizo un directo para su canal de YouTube. Iba a comentar cuestiones relacionadas con el nuevo papa León XIV y las profecías. Mientras nosotros veíamos el directo en su televisor, le escuchábamos al mismo tiempo desde su estudio. Nos resultaba muy curioso estar allí presentes, ya que todos los viernes solemos ver sus emisiones desde casa.
El sábado 10, a la hora de comer, llegaron
nuestros queridos amigos Gustavo Doménech y Lola Velasco
—conductora del podcast La Gata Cristy—, que estaban en Madrid desde el
día anterior. Su ayuda nos vino muy bien para dar el empujón definitivo.
Durante las seis horas que estuvieron en casa de Enrique, subieron una gran
cantidad de papeles desde el garaje hasta la buhardilla, para que no siguieran
dispersos. También metieron en cajas todo el material que nos llevaríamos. Por
supuesto, no faltaron las fotos ni las dedicatorias. Enrique estaba muy
contento de ver el “lavado de cara” que habíamos dado a su archivo en tiempo
récord. Aun así, hemos quedado para después del verano, ya que aún quedan
archivadores y cajas repletas de papeles que revisaremos con Enrique, quien
deberá decidir qué conservar y qué desechar. Le agradecemos también que nos
haya regalado varios libros. A las nueve de la noche del sábado partimos hacia
Alicante en el coche de Gustavo, cargado hasta los topes de cajas. Misión
cumplida.
No tenemos más que palabras de agradecimiento
a Enrique por todo el cariño que nos brindó esos días. Y por su paciencia. Ha
sido una experiencia inolvidable. Sin duda, es un privilegio compartir tantas
horas con un verdadero maestro en estas temáticas fronterizas del conocimiento,
con tantas vivencias acumuladas. Nos sentimos muy afortunados. Además, su
colaboración con nuestro proyecto PARADIG+ XXI —como también hacen otros buenos
amigos— contribuye notablemente a la recuperación y preservación de material
histórico sobre estas materias. Tenemos mucha tarea por delante con el escaneo
de documentos y la digitalización de cintas VHS y casetes. Pero merece la pena
seguir compartiendo todos estos tesoros para que no queden en el olvido.
(Por Moisés)
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