El espiritismo siempre ha sido un terreno abonado para el fraude. Los
participantes, dejándose llevar por la credulidad y la sugestionabilidad, suelen conceder un excesivo grado de confianza al médium,
quien recurre a hábiles —a veces, burdos— trucos para demostrar sus pretendidos
contactos con el mundo de ultratumba. No es difícil fingir un trance mediúmnico
y poner una voz cavernosa para hacer creer que un ente desencarnado está manifestándose.
Quizá sea más complicado provocar la aparición de un ectoplasma, levitar sillas o
mesas y producir extraños ruidos o sonidos musicales. Pero con algo de
conocimiento sobre ilusionismo y prestidigitación —y algún compinche
infiltrado—, los médiums siempre han
recurrido al fraude para impresionar a sus invitados y que no se marcharan
defraudados (sobre todo, si habían pagado por asistir). Cuando en la segunda
mitad del siglo XIX se puso de moda el espiritismo, las séances atrajeron a miles de personas, unas por curiosidad y otras
por el deseo de establecer contacto con algún familiar fallecido. Ni siquiera la
alta sociedad de la época fue ajena a este boom,
por lo que magistrados, políticos, jueces, militares, condes, príncipes y hasta
reyes disfrutaron de aquellas veladas espiritistas, donde podía ocurrir de todo. Fue tal el impacto que
produjo la irrupción del espiritismo en occidente —y no digamos su confrontación
con la incipiente teoría evolucionista de Darwin—,
que también atrajo la atención de notables filósofos, psicólogos y científicos convencidos de que algo
de nosotros sobrevive a la muerte. No voy a negar que, en determinados casos, tuviera
lugar algún que otro fenómeno anómalo en torno a los médiums que realmente caían en trance, pero mi opinión a día de hoy,
tras haber participado hace años en numerosas sesiones espiritistas, examinar decenas de casos
y estudiar a fondo la abundante bibliografía existente desde la época de las hermanas Fox hasta la actualidad (me fascina la metapsíquica), es
que no hay un solo caso suficientemente extraordinario que me lleve a aceptar la existencia del más allá (ya
sabemos aquello de: "Afirmaciones extraordinarias,
requieren pruebas extraordinarias"). Sí mantengo la convicción de que
algunos médiums son más bien dotados psi o paragnostas, capaces de producir ciertos fenómenos sorprendentes.
Lo que cuestiono, por tanto, es la interpretación espiritista o trascendentalista
de tales hechos.
Dicho lo cual, no puedo más que recomendar un pequeño ensayo —apenas conocido, como tantas otras
obras desmitificadoras sobre esta cuestión—, que considero fundamental para hacernos
una idea veraz sobre los fraudes mediúmnicos. Su título: El espiritismo ante la ciencia. El autor fue el prestigioso
astrónomo catalán Josep Comas i Solà
(1868-1937). El libro, que vio la luz en 1908 (fue reeditado en 1986 por Alta Fulla, reproduciendo en facsímil la primera edición de la obra), provocó un tremendo enojo en los nutridos círculos espiritistas de Barcelona, que ya conocían de sobra las críticas del astrónomo hacia el espiritismo vertidas en el diario La Vanguardia (una serie de artículos
publicados entre el 1 de noviembre y el 20 de diciembre de 1907).
Comas i Solà, sin embargo, dejó claro en su libro que no negaba la posibilidad de que,
en dicho contexto, sucediesen fenómenos reales, pero su experiencia —participó
en muchas sesiones— le hizo volverse muy escéptico, debido a la condiciones
poco óptimas para la experimentación y, sobre todo, a la falta de escrúpulos de médiums y espiritistas. Su honestidad
científica —nunca afirmó ni negó nada a
priori, sino tras haber investigado— le llevó a reconocer que había un
residuo de fenómenos a los que fue incapaz de encontrar una explicación
natural, como los raps que escuchó
sin contacto y con luz, los movimientos de objetos sin contacto, toques o
contactos por miembros invisibles y viento procedente del gabinete oscuro.
Su fructífera labor como astrónomo y, además, como director del Observatorio Fabra
en el Tibidabo —realizó detallados estudios sobre Marte e importantes
descubrimientos como una estrella variable en la nebulosa de Orión y una nova
en la constelación de Perseo—, la compaginó sin problemas con su incursión en
el mundo del espiritismo, llevado por su innata curiosidad científica y por la
lectura del libro Exteriorización de la
motilidad del coronel Albert de
Rochas, que daba buena cuenta de las sesiones espiritistas realizadas por
la célebre médium Eusapia Palladino. Sorprendido ante
hechos que desafiaban toda lógica científica, escribió: “Después de unos quince años de dedicar mis energías intelectuales al
estudio de las ciencias físicas, matemáticas y naturales en la universidad y en
observatorios, hostigado por mi amor a la Verdad, me encontraba súbitamente con
una categoría de fenómenos que superaba quizá en importancia, caso de ser
cierta, a mis leyes físicas, a mis ecuaciones diferenciales, a mis estudios del
cielo. Y mi sorpresa debía ser tanto mayor por cuanto ni en los libros más
superiores de Física, ni en todo cuanto había leído de Filosofía, en el terreno
experimental y científico, no se decía ni una palabra siquiera de
manifestaciones de exteriorización de la fuerza psíquica”.
A mediados de 1906, asistió por primera vez a una sesión espiritista.
La médium se llamaba Carmen Domínguez (en su libro la
denominó "Z" para preservar su anonimato). El domicilio del doctor Antonio de Sard era el lugar donde se
reunían en torno a la médium. Además de Comas i Solà, también hicieron acto de presencia varios médicos, un
ingeniero y un arquitecto. Enseguida, el astrónomo comprobó que la médium ponía serias objeciones cuando él
intentaba modificar las condiciones en las que se realizaban las sesiones. La
oscuridad era la aliada perfecta para perpetrar cualquier truco. Es más, ella
imponía las condiciones a los participantes, que tenían que formar una cadena
manteniendo sus manos unidas. Curiosamente, cuando el astrónomo ponía más atención,
los fenómenos cesaban ipso facto. “Jamás daré un fenómeno mediúmnico como
cierto, observado por mí, si no cuento con mi absoluta autoridad para
controlarlo”, adujo Comas i Solà.
El libro es una joya. Nos ofrece un preciso y precioso recorrido por los entresijos del espiritismo. Merece la pena leer lo que Comas
i Solà descubrió cuando dicha médium
materializó, en diversas sesiones, el presunto fantasma de una joven
llamada Leonor. El astrónomo puso incluso en entredicho
las investigaciones llevadas a cabo por el premio Nobel de química Sir William Crookes en torno a la médium Florence Cook, que materializaba el fantasma de Katie
King. Sus lúcidas reflexiones, su meticulosidad como científico y su
honestidad como buscador de la verdad convirtió a Comas i Solà en un excelente desenmascarador de falsos médiums, comparable al jesuita Carlos Mª de Heredia —autor de otra excepcional obra titulada Fraudes espiritistas y fenómenos metapsíquicos (1930)—, al investigador psíquico Harry Price y
al famoso ilusionista Harry Houdini. Así pues, recomiendo
a todo interesado en la materia que bucee en las páginas de esta pequeña
gran obra para descubrir el maravilloso mundo del espiritismo fraude...
EL FABULOSO LIBRO DE COMAS I SOLÀ
COMAS I SOLÀ EN EL OBSERVATORIO DE FABRA
GRABADO DE 1887 QUE MUESTRA UNA SESIÓN DE ESPIRITISMO.
SE OBSERVA UNA GUITARRA LEVITANDO Y UNA MANO ECTOPLÁSMICA
ESCRIBIENDO UN MENSAJE
EL MAGO WILLIAM S. MARRIOTT HACIENDO "LEVITAR"
UNA MESA CON EL PIE (Aprox. 1910)
(Por Moisés)
Muchísimas gracias por facilitar esta valiosa información. ¡Vosotros sí que sois una joya! Me temo que no va a ser fácil encontrar el ensayo del astrónomo.
ResponderEliminarOs dejo un enlace interesante sobre su trabajo en este campo del espiritismo.
https://www.escepticos.es/repositorio/elesceptico/articulos_pdf/ee_06/ee_06_espiritus_en_el_banquillo.pdf
Muchas gracias por tus palabras y por el enlace, Isabela. Un beso.
ResponderEliminarImpresionante informe.Que un científico de su talla tenga dudas le enaltece.Lo que pocos reconocen es el descubrimiento de la atmósfera de Titán,haciendo éste reconocimiento a g.Kuiper.
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