Todo
intento de sintetizar la fascinante biografía de Teresa de Jesús (1515-1582), así como su extraordinaria
obra literaria, es sumamente complicado. Hay que conocer muy bien al personaje,
saber situarlo en el contexto de su época y tener cierta destreza a la hora de
examinar el fenómeno místico, lo cual no es fácil. Hay muchas biografías de
Teresa de Jesús pero, lamentablemente, la mayoría peca de lo mismo: una visión
excesivamente piadosa y edulcorada de la santa abulense. Eso no ocurre con el
libro que nos ocupa, pues aunque ensalza —con acierto y sin exageraciones— a la
gran mística del Siglo de Oro, no cae en el tópico de ser una biografía —y
menos, una hagiografía— al uso, sino mucho más, lo que lo convierte en un
enriquecedor relato cercano, íntimo y profundo presentado a modo de diario. No
todo es biografía en su contenido. Espido
Freire (Bilbao, 1974), premio Planeta 1999,
reflexiona sobre muchos aspectos de Teresa de Jesús, estando de acuerdo con
ciertas conductas suyas y en desacuerdo con otras. Su vida personal, su mundo
interior, sus relaciones con los demás y sus diálogos con lo celestial, entre
otras muchas cuestiones, se abordan de forma pormenorizada y reflexiva. El personaje, ciertamente, da mucho juego. Y es que Teresa fue
una mujer compleja, de arrolladora personalidad, de mente inquieta, de ideas
fijas, muy rebelde y obstinada. "Teresa
hizo en el siglo XVI lo que le dio la gana (la mayor parte del tiempo), y lo
haría ahora, no sabemos si crecida por las facilidades que le darían, o algo
suavizado su carácter porque no sería necesaria tanta lucha", señala
Freire, quien reconoce la importancia y profundidad del misticismo, a pesar de
declararse agnóstica (también yo, a pesar de declararme ateo).
Su
condición de mujer —quedaban aún siglos para plantearse siquiera una posible igualdad
entre ambos sexos— le hacía mantener una actitud de obediencia, máxime
perteneciendo a una institución machista y misógina como era —y sigue siendo a
día de hoy— la Iglesia católica. Por tanto, si una mujer luchaba por conseguir un
objetivo, y al final lograba ser escuchada, hacer cambiar de opinión a un
varón o derrumbar ideas o estructuras anquilosadas, se debía a un valeroso esfuerzo
tras sortear numerosas dificultades. Y Teresa es un claro ejemplo de ello. Su
cabezonería tuvo mucha culpa, sin duda. Pero también su inteligencia y su fino
olfato, sin olvidar su destacado carisma, que supo usar muy hábilmente para sus
propósitos fundacionales. "Sabía que
el poder —salvo en el caso concreto de algunas viudas ricas que podían ayudarla
(y a las que frecuentó todo lo que pudo)— se encontraba en manos de los
hombres, y a ellos se dirigió, humilde, cuando fue necesario, insistente, y con
un poder de seducción que nadie le negó nunca", escribe acertadamente Freire.
De
Teresa, y eso lo acentúa la escritora vasca, hemos de resaltar asimismo su
pasión por la lectura. No entendía que se prohibiera leer la Biblia y otros libros sobre doctrina
religiosa. Había un control tremendo por parte de la Iglesia y el implacable Índice de Libros Prohibidos hacía de las
suyas. Y no digamos la Inquisición. La mística era el camino apropiado para
buscar la trascendencia, más que los libros, pero también el místico era
vigilado celosamente, y más siendo mujer. Si, como asegura Espido, Teresa creía
que la condición de religiosa resultaba más libre que la de esposa, pienso que
se equivocaba. La sumisión era similar. Es más, en la Iglesia tenía que
obedecer a un mayor número de hombres obsesionados con el dogma, el poder y el control, y
encima con la Inquisición al acecho si presentaba manifestaciones místicas (confiscaron
su Libro de la Vida —tras ser denunciada por la pérfida princesa de Éboli— y la sometieron a duros interrogatorios). "Quisieron exorcizarla, encerrarla en
una celda, procesarla en auto de fe, quemarla, la excomulgaron, le impidieron
abrir conventos, le prohibieron comulgar por largos períodos, censuraron sus
libros, persiguieron a sus amigos...", subraya Espido. Por eso, me
llama poderosamente la atención que personas tan inteligentes como Teresa se hayan
doblegado a lo largo de la historia ante el poder eclesiástico. Sus razones
tendrán, aunque no logro entenderlas... De todos modos, Teresa hizo lo que pudo
y supo: fundar conventos y escribir. Y le salieron bien ambas cosas, pese a
tantos obstáculos. Bueno, y también buscaba a Dios con anhelo. "Se complace en la belleza y el
equilibrio que le da el contacto divino. Todos los atributos del amado perfecto
los encuentra en Dios", remarca Espido. Teresa aseguraba que se comunicaba
en ocasiones con Dios a través del éxtasis (experimentó un centenar de arrobamientos
místicos —el primero, en 1558 con 43 años—). Hoy, tales visiones podemos enfocarlas
de muchas maneras. Hace un año, al cumplirse el V Centenario de su nacimiento,
salió a la luz un artículo de mi autoría titulado Neuroteología. Santa Teresa a la luz de la medicina (Clío Historia, marzo 2015), donde me
hacía eco de las interpretaciones psicológicas, psiquiátricas y neurológicas
que diferentes especialistas —desde Nóvoa
Santos, autor de Patografía de Santa
Teresa (1932), hasta Esteban García
Albea, autor de Teresa de Jesús: una
ilustre epiléptica (2002)— nos han ofrecido de los presuntos éxtasis
protagonizados por la santa abulense. Un asunto controvertido y que despierta un rechazo absoluto en los católicos más conservadores, que consideran
una osadía, incluso una ofensa, que alguien pueda dudar de la estabilidad mental
de Teresa. No obstante, considerar que Teresa pudo haber sufrido epilepsia (concretamente,
la denominada epilepsia de Dostoievski)
no resta nada a sus muchas virtudes, a su gran capacidad intelectual y a su
sincera devoción religiosa. Estoy de acuerdo, pues, con lo que escribe Freire: "Lo que me resulta más fascinante de
esta experiencia es que, epiléptica o no, Teresa creía firmemente que entraba
en comunión con Dios y con los ángeles, y así lo creían también los demás. Su
fe era ingenua, su lucha por perfeccionarse espiritualmente también, y nada, ni
los dolores, la parálisis o la crítica ajena la apartaron de una senda en la
que ella encontraba la felicidad y que pensaba que le aseguraba la
salvación".
En
definitiva, no puedo más que recomendar Para Vos nací. Un mes con Teresa de Jesús (Ariel, 2015), de la magnífica escritora Espido Freire —son
muy amenos los capítulos dedicados a la relación amistosa de Teresa con hombres
y mujeres, y también el que trata sobre sus enemigos ocultos— y, por supuesto, sobra
decir que recomiendo las obras de nuestra mística por excelencia: Las Moradas, Camino de perfección, Libro
de las Fundaciones... Merecen la pena, y lo dice alguien que no es creyente,
pues como bien apunta Espido: "Con
todas sus contradicciones, defectos, debilidades, errores y precipitaciones, (Teresa) continúa siendo un modelo de referencia
para muchas personas, cristianas o no, que ven en ella todo aquello que
desearían encontrar en sí mismas".
CLAUDIA M. MOCTEZUMA, ESPIDO FREIRE Y MOISÉS GARRIDO
(La Rábida, Huelva, 24-07-15)
(Por Moisés)
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