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martes, 2 de febrero de 2016

REFLEXIONANDO SOBRE EL "FACTOR TESTIGO"

"La única prueba que ratifica una creencia fantástica
es la pasión que inspira en quienes la profesan".
(Wendy Kaminer, Durmiendo con extraterrestres, 1999)

Reconozco que no soy de esos estudiosos de los fenómenos anómalos que endiosan a los testigos y los consideran prácticamente infalibles. Jamás he pregonado, a diferencia de otros, que los testigos son "sagrados" (sic) y nunca se equivocan, recordando y describiendo fielmente lo que dicen haber visto. En este sentido, me llama la atención que existan "investigadores" (así se autodenominan) que nunca se atrevan a hablar de errores perceptivos, ilusiones ópticas, alucinaciones, estados alterados de conciencia, distorsiones de la memoria y fraudes. ¡Tienen la suerte de que todos los casos que les llegan son auténticos! Eso me resulta tan llamativo como sospechoso. Si somos honestos, considero que nuestra labor ha de consistir fundamentalmente en examinar a fondo los testimonios y buscar explicaciones naturales si las hay a los presuntos fenómenos anómalos protagonizados por los testigos (personas respetables que tienen que ser escuchadas, pero que pueden equivocarse, mentir, exagerar, delirar o autoengañarse). No es fácil discernir entre lo real y lo ilusorio cuando nuestros sentidos nos engañan, tenemos sueños vívidos o somos fácilmente sugestionables. Por eso, conviene saber que hay un patrón psicológico denominado Personalidad Propensa a la Fantasía (PPF), descubierto por los psicólogos estadounidenses Sheryl C. Wilson y Theodore X. Barber mientras examinaban a varios sujetos hipnóticos. "Aunque este estudio ha proporcionado un entendimiento más amplio de la naturaleza de experiencias vitales que pueden sustentar la habilidad para ser un excelente sujeto hipnótico, también nos han conducido a un hallazgo casual que tiene gran implicación en toda la psicología; nos ha demostrado que existe un pequeño grupo de individuos (posiblemente el 4% en EE.UU.), que fantasean la mayor parte del tiempo, aquellos que per se 'ven', 'oyen', 'huelen', 'tocan' y experimentan en gran medida lo que fantasean; los cuales pueden ser catalogados como personalidades con tendencia a la fantasía", manifestaron en un extraordinario ensayo titulado The fantasy-prone personality: Implications for understanding imagery, hypnosis and parapsychological phenomena (1983).

Incluso aunque el testigo haga una descripción fidedigna de lo que ha visto, puede interpretarlo erróneamente y sacar deducciones falsas. Por tanto, nuestra tarea es desmitificar, nos guste o no (y si no nos gusta, dediquémonos a otra cosa). Y es que, como he dicho tantas veces, una cosa es el fenómeno en sí, otra cosa es lo que asegura ver el testigo y otra muy distinta es cómo interpreta el testigo lo que cree haber visto. Por eso, hemos de garantizar que el testimonio sea coherente, rico en detalles y desprovisto de contradicciones, de lo contrario, la fiabilidad del caso disminuye drásticamente. Y hay otra cosa importante a considerar: nuestra memoria falla y lo hace más de la cuenta. Como bien explica el neurólogo Francisco J. Rubia en su magnífico ensayo El cerebro nos engaña (2000), "la memoria no es una réplica de la realidad, sino una réplica de cómo el cerebro ha experimentado esa realidad (...) Además, el estado de la mente en el momento del recuerdo también tiene una gran influencia en la reconstrucción de los contenidos de la memoria".   

Es interesante, a su vez, observar que muchos testigos cuentan sus experiencias a los expertos no para que les aclaren lo que han visto, sino para que les ratifique que lo que han visto es algo inexplicable. Quieren sentirse especiales y privilegiados por haberse enfrentado a un hecho insólito. Cuando me he visto en la tesitura de advertir al testigo que su historia no es nada singular y posee una explicación racional, su reacción suele ser casi siempre de enojo, mirándome como si yo fuese un insolente por cuestionar su testimonio. Y se marcha decepcionado, pues probablemente esperaba de mí una reafirmación de que su historia es una de las más sorprendentes que he escuchado jamás. No es fácil decir al testigo que se ha equivocado, pero considero que es conveniente hacerlo cuando se da la ocasión. Pienso que es nuestra obligación moral.

Es obvio que los testigos son la pieza fundamental de estas historias (no el ego de algunos). Sin casos, no hay ufología ni parapsicología. Pero tan importante como los testimonios es la forma que tenemos de analizarlos, y para eso hemos de poseer ciertos conocimientos básicos en diversas materias y/o contar con la colaboración de especialistas en otras áreas (a ser posible, que estén fuera del ámbito del misterio). Además, si consideramos a priori que todos los testimonios son fidedignos, como creen muchos ilusos, pecamos de excesiva credulidad. Y si pensamos que todos los testimonios son falsos, como cree otro montón de ilusos, pecamos de excesivo escepticismo. Cada testimonio es personal e intransferible. Cada individuo tiene sus prejuicios y sus motivaciones. Por eso, cuanto más indaguemos en la mente del testigo —lo cual, en mi opinión, es tan importante o más que el propio relato—, más pistas encontraremos sobre su particular experiencia, y así sabremos por qué y cómo la ha vivido, de qué manera le ha impactado, si ha sido una experiencia aislada o ha venido precedida de otras parecidas, y en qué le ha beneficiado o perjudicado a la larga (a nivel personal, familiar, social...) Tengamos muy presente que hay factores psicológicos que subyacen tras una experiencia anómala, sea un encuentro OVNI o un poltergeist. Adviértase, asimismo, que el factor emocional también juega un papel fundamental. Y no digamos las influencias culturales (el OVNI, por ejemplo, ya es un estereotipo cultural que tiende a ser interpretado por la mayoría como "nave extraterrestre").  

Naturalmente, lo que nos narra el testigo nos puede resultar espectacular, fascinante, maravilloso... Pero hay otros datos muy significativos que no podemos pasar por alto cuando lo tenemos frente a frente para interrogarle. Es algo que he aprendido en los años que llevo metido en cuestiones tan subjetivas y escurridizas. Está muy bien asombrarnos ante lo que nos cuentan los protagonistas de sucesos extraños (eso es inevitable), pero siempre hemos de estar preparados ante posibles fiascos, o para hallar una explicación convencional que no la contemplábamos de antemano. Lo excitante de buscar la verdad es que siempre terminamos encontrando algo inesperado... y hasta frustrante (por desgracia, la mayoría de las veces). Pero de todo, incluso de los fraudes más descarados y burdos, extraemos una magnífica lección que nos permite conocer un poquito mejor la siempre compleja naturaleza humana, con sus luces y sus sombras...

NUESTRA MENTE PUEDE DISTORSIONAR EL FENÓMENO QUE OBSERVAMOS

HAY FACTORES PSICOLÓGICOS TRAS UNA EXPERIENCIA ANÓMALA

(Por Moisés)

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