¿Por qué las religiones inspiran tanta
devoción y moldean las vidas de un modo tan poderoso? Para el filósofo ateo Daniel C. Dennett (Boston, 1942), cuya
contribución a las ciencias cognitivas y al darwinismo neural es bien conocida,
esta es una pregunta fundamental que requiere un profundo tratamiento
científico. En su magnífico ensayo Romper
el hechizo. La religión como fenómeno natural (Katz Editores, 2007) señala
que "el hechizo que debe ser roto es
el del tabú en contra de una investigación científica franca y sin barreras
acerca de la religión como un fenómeno natural". Totalmente de
acuerdo. La religión ha de investigarse minuciosamente, como cualquier otra
cuestión que forma parte de nuestras vidas, aunque las personas religiosas se
sientan molestas. Ese es el hechizo que debe romperse, según Dennett. No supone
ningún sacrilegio ni ninguna falta de respeto colocar bajo la lupa científica a
la religión. Si la ciencia y el ateísmo se juzgan constantemente y son objeto
de intensos exámenes, ¿por qué la religión no? ¿Por qué la ciencia, los
escépticos y los ateos han de dejar en paz a la religión? ¿Qué poderosas
razones existen para que haya tanta objeción a un análisis profundo de los
fenómenos religiosos? ¿En qué se fundamenta semejante prejuicio?
DANIEL C. DENNETT |
Dennett sostiene, siguiendo un poco los
pasos del gran filósofo ilustrado David
Hume, que la religión es un fenómeno perfectamente natural, no
sobrenatural. "Es un fenómeno humano
compuesto de eventos, organismos, objetos, estructuras, patrones, y similares,
todos los cuales obedecen a las leyes de la física o de la biología y que, por
lo tanto, no involucran milagros", asevera. Por tal motivo, la
religión ha de convertirse en un objeto apropiado para el estudio científico.
Dennett teme que si no sometemos a la religión a una indagación urgente, y si
no resolvemos juntos cuáles son las revisiones y las reformas necesarias, "vamos a dejar en herencia a nuestros
descendientes el legado de unas formas de religión aun mucho más tóxicas".
Y es que, aunque Dennett reconoce que muchas personas encuentran en la religión
la fortaleza necesaria para sobrellevar sus desgracias —es evidente que uno de
sus propósitos es consolarnos en nuestro sufrimiento y rebajar nuestro temor a
la muerte—, "no es posible anunciar
todo el bien que hace la propia religión si primero no se sustrae
escrupulosamente todo el daño que hace, y si luego no se considera seriamente
la pregunta de si le va mejor a otra religión, o a ninguna religión en
absoluto".
Es muy interesante y bastante esclarecedor
el capítulo que Dennett dedica a las raíces de la religión, examinando la
posibilidad de que emergiera a través de un proceso de selección grupal, como
sugiere el biólogo evolucionista David
Sloan Wilson. Expone los puntos a favor y en contra respecto a si la propia
evolución 'diseñó' la religión como un fenómeno social para garantizar la
cohesión grupal. Nos habla también del chamanismo y de los rituales de las
religiones populares —aquellas que surgieron antes que cualquiera de las
grandes religiones organizadas—, de sus posibles beneficios para el conjunto
humano —fortaleciendo lazos de confianza— y de si ese beneficio lo es más bien
para la aptitud genética humana en vez de para la felicidad humana. También
aborda un asunto espinoso: ¿Existe Dios? ¿Sobre qué bases se fundamenta
semejante creencia? "Sin duda es
obvio que Dios, el objeto intencional, ha jugado un rol potente, pero eso nada
nos dice respecto de si Dios existe o no", afirma. Tampoco la fe en
Dios garantiza una mayor virtud moral, como expone en el capítulo titulado 'Moralidad
y religión'.
Por supuesto, muchos otros asuntos son
expuestos por este reconocido autor a lo largo del medio millar de páginas de
su extraordinaria obra, cuya lectura recomiendo a todo aquel que le interese
conocer en profundidad el fenómeno religioso y su enorme influencia en nuestras
vidas desde la noche de los tiempos.
(Por Moisés)
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